lunes, 21 de octubre de 2013

Balneario de Bembibre



Fuente del Balneario
Los romanos, expertos en esto del aprovechamiento de las aguas medicinales, seguramente fueron ya uno de los primeros en beneficiarse de los manantiales que todavía fluyen en la localidad vianesa de Bembibre. Pero fue la iniciativa de un empresario vianés, el doctor José Manuel Armesto López, la que hizo posible la creacción de un balnario por el que pasaron a lo largo de décadas numerosos visitantes.

La postguerra y la penuria económica de aquellos años fue diezmando las visitas y las instalaciones cerraron en 1958.

Los manantiales se encuentran a unos quinientos metros de Bembibre. Armesto adquirió los terrenos en 1894 y construyó una edificación destinada a balneario. En los años siguientes, la calidad de las aguas y su poder curativo traspasaron fronteras y propiciaron el desarrollo del negocio que se completó con una edificación más que en su día albergó el hotel.


El complejo siguió creciendo en los años siguientes. A las instalaciones se añadiría otro inmueble, actualmente en ruinas y alejado del hospedaje donde se trataba a los enfermos con chorros de agua a presión.

El agua procedía del calentamiento por vapor que circulaba por un serpentín introducido en un depósito lleno de agua medicinal. Del depósito partía una tubería que desembocaba en los baños. El calentamiento de las aguas se llevaba a cabo en un edificio diferente al balneario donde un empleado se encargaba alimentar la caldera con leña de roble y carbón.

La popularidad y disfrute de las aguas de Bembibre se remonta a siglos atrás. Autores y médicos escribieron una interesante bibliografía, consiguiendo perpetuar su fama legendaria.

Las reseñas todavía hoy se conservan y se pueden consultar en la Biblioteca Nacional y en la Facultad de Medicina de Madrid.

Las primeras noticias que se tienen de estos manantiales se remontan al siglo XVI y se hallan contenidas en una obra publicada por el licenciado Molina en el año 1551: "Descripción del Reino de Galicia y de las cosas notables de él". En ella se describen las virtudes de las aguas y el estado de la fuente: "Tapada con unas grandes losas y hay hombres vivos que se acuerden de que habrá sesenta años que fue descubierta, y que en aquel tiempo se venía a ella a curar muchos enfermos".

Los párrafos que se refieren a las peculiaridades del manantial reflejan como estas aguas, con propiedades salutíferas, se llevaron hasta Castilla y Andalucía, donde se envasaron y vendieron por las calles.

Otras referencias históricas fueron aportadas por Francisco Medina, quien conoció y las transmitió de forma rigurosa, dado que en su ejercicio como Abad de Bembibre estuvo directamente en contacto con las noticias que se derivaban de los efectos curativos por la ingestión del agua. Medina califica el agua de "cristalina", asegurando que "el olor es muy malo, como de azufre". Con respecto al sabor constata que es "hediondo, aunque estando al sereno una noche fuera de la fuente en vasija, se pierde el mal olor y sabor, y queda para beber sin fastidio".

Sobre el limo que se deposita en el nacimiento del manantial, el abad dice que no es verde como en las fuentes comunes, sino del color del plomo o estaño con mezcla de otros colores. "Echando una pieza de plata en dicha fuente por espacio de un cuarto de hora, pierde su color natural y se pone muy fea y de colores varios, cerúleos y verdinegros", indica Medina en relación con una prueba hecha por él.

La presencia del azufre en estas aguas minero medicinales se constató ya en aquella época dado su olor y sabor. Además, en las crónicas escritas en el siglo XVII se corroboró la presencia del mineral por los efectos surtidos en los enfermos que bebían el líquido, ya que causan los mismos que los de las aguas donde participa el azufre: curar tullidos, sanar hinchazones, incluso "resolviendo y consumiendo humores fríos".

A finales del siglo XIX, el propietario del balneario, el doctor Armesto, publicó un trabajo de investigación en el que se recogía parte  de las referencias bibliográficas que hasta entonces documentaban la historia de la fuente de Bembibre.

Antes de conocerse los resultados de los análisis encomendados a Juan Areses, farmacéutico de Tuy, las experiencias y observaciones clínicas ya habían demostrado que el agua procedente del manantial de Bembibre "modifica los sistemas nervioso, circulatorio y linfático, reconstituye el organismo y da tono y vigor a todos los órganos", según señala en los textos.

El análisis califica estas aguas como las más radioactivas dentro de las sulfurosas. Son aguas de mineralización débil, bicarbonatadas sódicas, fluoradas, sulfuradas y frías con implicación termal. Sus beneficios medicinales las hacen especialmente indicadas para el tratamiento de enfermedades de la piel, hígado, riñón, reuma, artritis y del aparato respiratorio. También se dice de ellas que son la solución ideal para los catarros de la vejiga, la vagina y el útero.

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